Tiempos distintos, problemas distintos
Cada vez noto más que la gente tiende a atribuir un gran valor a los problemas que ellos mismos han sufrido mientras que desarrollan un grado de condescendencia y menosprecio hacia otros problemas, y lo noto especialmente cuando hay una diferencia generacional de más antigua a más reciente. El ejemplo más común probablemente sea esa forma de percibir a la generación actual como la generación de cristal, con unas ideas que tienen errores bastante perjudiciales:
Primero, la falta de comprensión hacia cómo diferentes situaciones implican diferentes problemas. Esto es como el bien y el mal. Son conceptos subjetivos, sujetos a la percepción de los individuos y de sus contextos, pero uno no puede existir sin el otro, pues al erradicar algo que se considere malo, lo más bajo en la lista de lo bueno pasaría a ser percibido como malo, especialmente para generaciones nuevas que tienen diferentes experiencias con las que comparar. Quizás podría llegarse a un punto en el que todo fuese bueno, pero al ser subjetivo, lo dudo enormemente. El caso es que esos problemas que se van solventando dan pie a diferentes cosas. A veces, a un problema difente; otras veces, a que el hecho de no tener ese problema inmediato nos permita tener el tiempo para asimilar otro u otros problemas que hay, de los que no habíamos tomado conciencia porque estábamos centrados en algo que habíamos tomado de manera más inmediata.
Aquí es donde entran en juego varias cosas peligrosas: la falta de conciencia y el individualismo. Cuando convives con un problema, lo puedes llegar a normalizar hasta el punto de no concebirlo como un problema, o como una molestia soportable. El problema es que el nivel de intensidad con el que nos afecta a nosotros como individuos no significa que no se le deba dar importancia. Por un lado, porque quizás para otras personas tiene unas consecuencias mucho mayores. Por ejemplo, para una persona que ha interiorizado los roles de género femeninos estandarizados y que ha aprendido a vivir a gusto en ellos no supone un problema, pero para otra persona puede suponer un gran problema al verse forzada a elegir entre obligarse a asumir un rol que no desea o ser excluída y despreciada por no asumir dicho rol. Que a mí no me afecte algo no le resta valor a ese algo, vaya, pero la gente tiende a comportarse de manera muy condescendiente hacia aquellos problemas que sufren otros pero que a ellos no les afectan de la misma manera. Por otro lado, a veces lo que ocurre es que tienes un grado de conciencia sobre la existencia de estos otros problemas más allá de los que has vivido y que se han gestionado o solucionado, pero acabas comparando con lo que ya has vivido y desarrollando un grado de conformismo, y el conformismo es particularmente peligroso dado que la sociedad, como expresé antes, está en constante cambio, ya que si una cantidad importante de gente se conforma, se ralentiza enormemente el ritmo de adaptación del estado a las diferentes necesidades que surjan en la sociedad.
Y... sí, la generación actual es, en algunos aspectos, más vulnerable. Cuando vives situaciones de precariedad grave te ves forzado a vivir sobreviviendo y a dejar de lado el enforcarte en muchas cosas, pues el foco principal es salir adelante de esa situación. Sin embargo, cuando se logra una situación menos precaria donde empiezas a vivir en lugar de sobrevivir, te enfrentas a problemas muy diferentes. No solo eso, hemos llegado a ese punto en algunos países, pero sin tener los conocimientos ni recursos para afrontar esta nueva situación sociocultural, y con muchos problemas para que el estado se adapte a los cambios necesarios por cómo las generaciones anteriores tiran hacia atrás del carro. Para alguien que ha vivido en los 60 es muy fácil decir "antes teníamos que trabajar las horas que hiciera falta y no nos quejábamos" ya que esa persona se crió así y se acostumbró a esa situación. La supervivencia es un motivador fortísimo, y la costumbre también, pero nosotros no tenemos la misma situación, ni la misma experiencia, ni la misma motivación, ni tenemos las herramientas adecuadas para gestionarlo emocionalmente. Y seguro que en la época de los 60 habría gente descontenta, y gente que menospreciaba a la gente descontenta diciendo que en los 20 vivieron más pobreza por la guerra y que se quejan por vicio. Pero las cosas cambian, y con ellas sus problemas, como ya mencioné.
Ahora, entre muchas otras cosas, algo extremadamente prioritario a mi parecer es lograr hallar la manera de obtener la suficiente motivación como para enfrentarnos a las condiciones actuales de nuestra sociedad y salir hacia delante, ya que si no lo hacemos esto se acabará convirtiendo en un péndulo muy crudo, pues la incapacidad para adaptarnos y hallar esa motivación acabará llevando a desestabilizar enormemente la economía si la población no logra ser funcional de cara al funcionamiento de la sociedad, y eso llevaría a un punto de dificultad para simplemente poder vivir, lo cual volvería a ponernos en modo supervivencia. Pero cuanto más menosprecie la gente estos nuevos problemas, más vamos a tardar en ser capaces de afrontarlos, si es que llegamos a poder hacerlo...
Como extra, sin buscar analizar nada, quiero mencionar algo que me resulta curioso: a menudo sucede que una generación logra mejorar algo para las generaciones futuras, y sin embargo luego actúan con condescendencia hacia los beneficios en la calidad de vida de esos cambios que disfrutamos las generaciones posteriores.
Comentarios
Publicar un comentario