¿En qué deberían parecerse las relaciones y el máximo común divisor?

Las relaciones por lo general suelen estar inundadas de expectativas y obligaciones, de estándares sociales que se aplican e imponen a éstas. Un ejemplo muy evidente es el sexo. ¿Nunca os ha pasado a vosotros o a alguien a quien conozcáis la situación de tener menos ganas de tener sexo durante un tiempo y que eso os provoque problemas con vuestra pareja porque os ha hecho sentir culpable por ello? Quizás autocompadeciéndose con comentarios como "es que parece que no te gusto/no me quieres", tal vez señalando que algo está mal contigo por no querer follar diciendo algo como "es que lo normal es normal que las parejas follen" o directamente presionando para intentar salirse con la suya. Considero que eso es causado por la cultura del egoísmo, donde se prioriza tanto la satisfacción de los deseos personales que para ello pisamos a los demás, presionándoles para que nos den lo que nosotros queremos recibir aun si ellos no quieren dárnoslo. Está normalizado y cuesta cambiarlo porque, joder, es cómodo y satisfactorio recibir lo que quieres, ¿para qué empatizar y sentirse culpables por tener autoconsciencia y responsabilizarnos de nuestros actos y deseos cuando podemos seguir imponiendo nuestras supuestas necesidades? Pues por simple humanidad.
Lo que yo propongo (y que no es nada nuevo, ni mucho menos, pero desearía exponer con mis palabras y atribuirle un nombre que me parece que encaja bien) es la dinámica del máximo común divisor. Es bastante sencilla en la teoría, pero teniendo en cuenta todo lo que la sociedad nos ha enseñado de antemano requiere esfuerzo, comunicación sana y clara y un bastante dominio de la introspeccion y gestión emocional. Eso sí, si bien de entrada puede resultar a veces complicado, con el tiempo se vuelve más y más fácil hasta alcanzar una naturalidad realmente agradable.
La dinámica consiste en algo que puede parecer realmente básico y fundamental: no hacer cosas que no queremos hacer porque sentimos que debemos hacerlas. Seguramente habréis escuchado la típica expresión de "dos no pelean si uno no quiere" y la verdad es que eso es aplicable a cualquier interacción humana hecha libremente (excluyendo así interacciones que hacemos por necesidad, ya sea porque tenemos que pagarle la comida al dependiente del super o porque en el trabajo nos toca hablar con un compañero o cliente para algo práctico). Visto así es sencillísimo, pues al fin y al cabo si A quiere jugar un partido de tenis y Z no, pues la persona que no quiere no debería sentirse obligada a jugar al tenis. Y oye, es totalmente válido que para A jugar al tenis sea una actividad importante y que el hecho de que Z no quiera compartir eso con él produzca una sensación de incompatibilidad, que sienta que hay algo que desea recibir de esa relación pero que no se está cumpliendo y sienta insatisfacción al respecto. Identificar nuestras propias necesidades (o quizás estaría mejor llamarlos deseos interpersonales) para intentar satisfacerlas está genial, es maravilloso comprendernos así a nosotros mismos para intentar llegar a sentirnos lo más satisfechos posible, pero para lograrlo no deberíamos hacer responsables a otros de satisfacernos, incluso si nuestras necesidades involucran a terceros. Es por eso que pienso que la clave está, primero, en identificar cual es el máximo punto en común entre dos personas en cualquier tipo de relación. Una vez identificado dicho punto hay que evaluar si es suficiente para ambas personas. Digamos por ejemplo que Y está enamorado de X, pero X está contento con ser amigo de Y y no desea tener una relación romántica. Eso significa que el punto máximo en común entre ambos es la amistad, y si ambos tienen suficiente con ello (lo cual, a su vez, podríamos compararlo con el mínimo común múltiplo), al menos por ahora, pueden disfrutar de su amistad y ya está. 
Sin embargo la gente no es estática y las cosas cambian, así que ahí entra aún más en juego la comunicación, pues si por algún razón Y empieza a no ser capaz de llevar de manera sana la situación puede hablarlo con X y quizás decidan que la decisión más sana, al menos en ese momento, sea distanciarse. Es una dinámica reactiva que gira en torno a ser conscientes de la situación presente y encontrar la acción adecuada para las cosas que vayan viniendo a la vez que se respetan las decisiones y necesidades de las personas que forman parte de nuestro entorno. 

Creo que sería mucho más sano hacer esto en lugar de simplemente dar por hecho que cada diferente tipo de relación ha de cumplir diferentes criterios estandarizados. Al igual que cada persona es un mundo, cada relación es un sistema solar en constante movimiento con tantas variables que es imposible tener un solo modelo válido para todas las diferentes posibles necesidades interpersonales que puedan darse.
Pero para todo esto hay que entender, como ya dije, cómo la educación que hemos recibido (directa e indirectamente) ha tratado de moldear nuestras conductas y necesidades para que sean lo más parecidas a lo estándar. De ese modo generan en nosotros un egoísmo que nos hace anteponer nuestras necesidades o deseos e imponerlos, en lugar de pensar en las necesidades y en la libertad ajena. Hay veces que existe una especie de término medio, personas cuya relación está formada sobre unos cimientos de sacrificio por interés propio, como por ejemplo que a tu pareja le moleste que veas a unos amigos que a ella le caen mal y te de la brasa con ello, de modo que cedes y sacrificas eso de tu vida pero para así mismo saber que puedes contar con que tu pareja sacrifique algo si te da el venazo. En vez de asimilar que a veces entre nosotros y nuestra pareja hay incompatibilidad (o que surge con el tiempo) lo que hacemos es cerrar los ojos a la realidad y tratar de moldearnos a nosotros mismos y a las personas con las que nos relacionamos para crear una compatibilidad falsa e inestable que en cualquier momento puede estallar. Además el miedo a que estalle a su vez supone un motivo más que retroalimenta la dinámica impositiva del "amor romántico", creando a menudo cada vez más desconfianza y dinámicas de control sobre la pareja. Una vez tomamos consciencia de esto y mucho más es cuando por fin estamos preparados para iniciar esta especie de renacimiento personal a nuestro propio ritmo.

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