La llegada

Llegó a mi vida como una suave llovizna bajo nubes grises que anuncian una tormenta. Entonces se convirtió en la tormenta y sus rayos electrificaron mi cuerpo, transmitiéndome sensaciones que ni siquiera creía merecer. Pero al final da igual lo que uno piense, pues ella discrepaba, y con la suave elegancia de una madre me hizo sentir cobijado, apoyado, validado. Me meció y comprendí que me comprendía, me miró y supe que ella me veía de verdad, no como esas personas que no saben lo que tienen delante. Mi cuerpo se volvió fuegos y chispas, y con una vigorizante y renovadora sonrisa, me estremeció hasta el alma. En ese momento supe cosas que no me atrevía a saber, en ese momento supe que tanto si se mantenía mucho o poco tiempo en mi vida dejaría una gran huella en mí, en ese momento supe que a su lado la vida parece un poco menos fea y que cada segundo con ella era un regalo que intentaría aprovechar al máximo. Al fin y al cabo, qué desperdicio no hacerlo, pues supe que de lo contrario me habría arrepentido de por vida.

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