Necia locura
Solo los necios o los locos intentarían usar palabras para describirla, y yo soy un poco ambas cosas. Miraba a la pared sin verla realmente, pues aunque mis ojos estaban ahí, mi mente y mi corazón se hallaban a cientos de kilómetros de distancia perdidos en un recuerdo que si bien ahora escocía, sabía que en el futuro solo produciría en mí cálidas sonrisas. Por razones que apenas entendía, aunque en parte sí, mis ganas de reír se habían visto enturbiadas, pues me resultaba excesivamente solitario soltar una carcajada y que la sonora risa de ella no me acompañase como si entonásemos un dueto que solo nosotros dos comprendíamos. La luna parecía más pálida, más triste, y las nubes, que sabían entenderme antes que yo mismo, lloraron lágrimas de lluvia empatizando con mi ánimo. Prácticamente hasta la más pequeña de las cosas podía recordarme a ella, pero contemplar el agua que salpicaba mi ventana más aún. ¿Por qué? Bueno, antaño se decía que la vida era compuesta por el fuego, el agua, la tierra y el aire, y ella es una preciosa representación de todos los elementos. Es adaptable como el agua, y a la vez es su propio recipiente y se moldea y cambia a su propio gusto, además, al igual que el agua, es fuente de vida. Es la tierra porque sus raíces absorben los conocimientos que se postran ante ella y los transmite haciendo que germinen en la mente de aquellos lo suficientemente afortunados como para cruzarse en su camino en algún momento de sus ahora más dulces y sabias vidas. Es fuego porque la llama de la vida arde intensa dentro de ella, alimentándola como un combustible insaciable y apasionado que vive por y para experimentar todo aquello hacia lo que su deseo se encienda. Y es el aire, obviamente, pues es tan libre como un ser humano puede serlo en esta sociedad. A veces resulta difícil no caer en el delirio, no desearla más de la cuenta. Su presencia es tan magnética que los cantos de las sirenas enmudecerían a su lado, y eso en realidad es ligeramente peligroso. Aquellos que sean más impetuosos y que tengan menos cuidado podrían acabar hundidos en arenas movedizas, ahogados por las corrientes de sus aguas, con cortes por sus intensos vientos o salir en llamas de la ardiente sensación que provoca. No me entendáis mal, no la culpo ni pienso que sea nada malo de ella, igual que un maremoto no es cruel, simplemente es como es por naturaleza. Solo cabe esperar que la gente pueda verla, verla de verdad, y disfrutar mientras puedan de todo lo que aporta, pues si saben actuar adecuadamente, lo que tendrán será una agradable brisa que los mecerá cálidos por el fuego de sus ojos tendidos sobre la suave y mullida hierba. Y si además de verla saben entender lo que va más allá de la simple vista, tal vez sus vidas, de pronto, tengan más sentido. Tal vez vislumbren un pequeño atisbo de coherencia en este caótico universo que gira entorno a las casualidades y causalidades, y que dentro de la aleatoriedad de los sucesos puede que encuentren un resquicio de paz interior al darse cuenta de que bien podrían calificar de milagro haberse cruzado con ella en este mar de infinitas pero poco probables posibilidades.
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