Paso a paso
Esto es raro. Pensaba que la versión de mí mismo capaz de ser feliz había muerto hace al menos 10 años, pero vuelvo a sentir el latir de aquel niño alegre en mí como un eco que retumba en la lejanía y llega amortiguado a mí. Pero lo cierto es que ya no recuerdo cómo ser feliz, cómo mantener una estabilidad al respecto. Han pasado tantos años que mi cuerpo parece moverse por inercia hacia la tristeza. Quizás sea aquella idea distorsionada que tuve durante tanto tiempo de que no me merecía ser feliz. Sí, en parte debe ser eso. También es el miedo. ¿Y si vuelvo a perderme en el camino? ¿Y si regreso una vez más a ese estado casi perpetuo de depresión aguda y no soy capaz de soportar el contraste? ¿Acaso es este miedo, en parte, una forma de autosabotearme creyendo que mejor malo conocido que bueno por conocer? Es como si todo el mundo fuese mi enemigo, todos son potencialmente peligrosos para mí, y eso me aterra. ¿Me aterra de verdad o debería decir que me aterraba? Ahora quizás sea más como ese eco lejano de la felicidad que apenas recuerdo. Quizás ese miedo se está alejando, hundiéndose en lo más hondo de mí hasta, quizás, quedar perdido eventualmente en el olvido. Lo que no se va es el miedo a hacer daño a los demás, siento que tengo cosas que trabajar y lo último que quiero es que nadie tenga que hacerme de terapeuta, no soy responsabilidad de los demás. Tengo que retomar las riendas, lo sé, pero no puedo negar que no siempre tengo las mismas fuerzas y debería dejar de machacarme por ello. Debería darme mi tiempo para llorar y pasar por la ansiedad, y debería seguir hacia delante confiando poco a poco. Porque la única forma de perder el miedo a confiar es lanzándose a hacerlo con la autoestima bien alta y la responsabilidad afectiva bien afilada. Creo que puedo con ello, pero quizás no tan rápido como pensaba.
Comentarios
Publicar un comentario